El McLaren 765LT es demasiado singular para no dedicarle toda la atención cuando pasa por nuestras manos. Un vehículo que no es veloz, sino sencillamente redefine el término de desempeño.
Sentarse a redactar ciertas palabras sobre este vehículo no es fácil, pues exactamente es un vehículo capaz de dejar sin palabras aun a alguien por cuyas manos pasan automóviles veloces y deportivos de forma frecuente. De verdad, el McLaren 765LT no es un producto novedoso, esto es, no termina de salir al mercado. No obstante, poder conducir una unidad en territorio de España, probándolo por nuestras carreteras memorizadas y sin tener en la cabeza que a tal hora debes estar en el aeropuerto de vuelta a España, es una ocasión de las que se te presentan muy rara vez.
Al fin y al cabo, un McLaren no es como un Ferrari. Ni tan siquiera como un Lamborghini. Está por sobre los italianos en concepto de exclusividad y exotismo. El setecientos sesenta y cinco LT ya nos dejó pasmados en el Vehículo del Año de dos mil veinte y, ahora, no podemos estar más conmovidos por rencontrarnos. La unidad que tenemos es además de esto Spider que, desees que no, con su techo retráctil agrega aún más impacto visual a un modelo que, ya en parado, mete temor. Sus particulares formas, sus estudiadas curvas completamente funcionales, sus ápices, apéndices y su alerón trasero activo insuflan al McLaren un aspecto increíble.
Si te soy honesto, he debido comprobar la gama de McLaren antes que me entregasen el 765LT, pues como sacan modelos y versiones nuevas cada dos por 3 con enormes similares, deseaba estar cien por ciento seguro de lo que probaba. Si te sucede lo mismo, así grosso modo podría decirte que el 765LT es una versión más bestia del 720S que, a su vez, sucedió a los 675LT y 650S. La ‘L’ y la ‘T’ son las iniciales de LongTail, a propósito. Además de esto, es un modelo que apura los últimos coletazos de los deportivos de pura combustión.
Por el hecho de que no hay electrificación alguna acá. Son nada menos que setecientos sesenta y cinco CV provenientes de un bloque cuatro.0 V8 biturbo. Una genuina animalada que precisa dos,8 segundos para pasar de cero a cien km/h y que no conoce pudor alguno por supervisar las emisiones alén de los catalizadores de obligado uso.
Mas no todo es potencia en este turismo. Asimismo pone el foco en el chasis. Un monocasco de fibra de carbono y ahorro de peso en todos y cada elemento ubican a esta bestia bajo los mil cuatrocientos kg, una cantidad asombrosa.
Pulso el botón de arranque de color colorado, situado en la angosta consola central, y el V8 cobra vida con la impudicia de un motor de carreras. Se escucha tras ti. Áspero, tenso, revuelto. Me chifla el habitáculo. Los zócalos son anchísimos y las sillas van muy centradas. La visibilidad es excelente e, aun, se ve admisiblemente bien cara atrás, donde a propósito hay una miniluneta eléctrica que puedes bajar para gozar con menos filtros de la sintonía V8.
Hay mucha fibra de carbono, cuero de calidad y una ergonomía un tanto extraña. El panel de mandos para los modos de conducción marcha solo si ya antes has pulsado la ya tradicional tecla Active, y para llegar a los botones que mueven los asientos debes meter la mano entre la silla y la consola central prácticamente tal y como si estuvieras buscando una moneda perdida. No es un interior tan impecablemente rematado como el de un Porsche novecientos once, mas es considerablemente más singular y, de alguna manera, es el conveniente para el género de vehículo en el que sus virtudes son tan grandes que sus pequeños defectos adquieren menor relevancia de la frecuente.

El vehículo está tan cargado de propósito que los primeros quilómetros me abruman. Aún no voy veloz, mas mi pie derecho me ruega que aplaste el pedal buscando unas sensaciones aún más demenciales que cuando probé el 720S hace un par de años. Una vez encuentro el espacio-tiempo que me deja hacerlo sin subirme a la chepa de un turismo, piso a fondo y… a ver de qué forma te lo explico sin recurrir a jerga malsonante.
Conforme el tacómetro va ganando revoluciones, tus pulsaciones se disparan, a cuatro.000 rpm tu espalda se estremece, tu estómago semeja estimar tragarse tu esófago y, cuando la transmisión mete otra marcha a prácticamente ocho.000 rpm, te queda la sensación de que te has perdido la mitad. Y es que las primeras veces que experimentas la aceleración de este vehículo, es realmente así. A tu cerebro no le da tiempo a digerir tantas emociones, así que no te queda otra que reiterar.
Procuro poner más atención en las próximas probaturas procurando recoger algún matiz extra. Es verdaderamente bastante difícil. Igual te lo puedo trasmitir bien con una cifra: Pulsa la tecla Active, pone la ruleta Powertrain en modo Track, activa el launch control y en siete,0 segundos te vas a hacer un cero-doscientos km/h. El V8 de cigüeñal plano y pistones forjados se siente aún más poderoso que en el McLaren 720S y los acortados desarrollos de la caja de cambio dan como resultado una aceleración tiránica.
Hago un inciso para explicar lo de las ruletas de los McLaren, por si no estás familiarizado con ellas. La de arriba, con la inscripción H de Handling, plantea los modos Normal, Sport y Track para el chasis. La de abajo, con la P de Powertrain, establece exactamente los mismos programas para el motor y la transmisión. Ah, y no es preciso que pases de Normal para alucinar en colores, te lo aseguro.

Cuando tienes un turismo veloz, te habitúas a sus posibilidades conforme lo conduces y poquito a poco te va impresionando menos. Con el 765LT creo que jamás llegaría ese día. Corre tanto, es tan violento, que semeja que se te van a dar la vuelta los órganos. Cuando lo asimilas un tanto, entonces puedes poner la caja de cambio en modo manual y que la experiencia sea más participativa mediante las deliciosas levas. Por fortuna he conducido muchos turismos veloces. Mas jamás, nunca, uno tan bestial como este 765LT.
Desde fuera, Jaime, que inmortaliza la escena con su cámara, me asegura que más que un turismo semeja un caza de combate azul pitufo escupiendo llamaradas por las 4 tuberías que tiene por escapes. Qué bestialidad, qué maravilla, qué locura…
Los neumáticos Trofeo R precisan algo de temperatura para empezar a exhibirse, así que cuando se calientan ( ya venía caliente de casa), es el instante de ahondar en la auténtica majestuosidad de este turismo, que si bien no lo creas, no es el brutal motor, sino más bien lo que lo sosten.
Lo mejor se encuentra en el chasis y la magia de McLaren se refleja en que, pese al tremendo desempeño balístico, el 765LT es un vehículo al que es parcialmente accesible sacar bastante partido. Si hasta dispone de un programa Variable Drift Control por si te animas a derrapar, algo que en carretera tiene su punto de esquizofrenia puesto que las ruedas traseras administran setecientos sesenta y cinco CV y ochocientos Nm.

Además de esto tiene la que para mí, firmemente, es de largo la mejor dirección del planeta. Telegrafía al milímetro tus órdenes a las ruedas delanteras y estas te devuelven un mensaje clarividente sobre el agarre libre. Solo esa capacitad ya transformaría a esta en una dirección fantástica, mas es que además de esto es horriblemente directa y muestra una perfecta ponderación. Es más, cuanto más ritmo adquieras, más y mejor retroalimentación conseguirás.
Otro aspecto resaltable es la frenada, ya no solo por su gran potencia y resistencia, sino más bien sobre todo por el limpio tacto en su pedal. Resulta muy intuitivo repartir la frenada hasta el punto preciso, y eso asimismo trabaja en pro de tu confianza.
Poquito a poco voy amontonando la mentada confianza, algo elemental si deseas aumentar al máximo el disfrute. Cada vez siento más control sobre el McLaren y me atrevo a explorar sus límites. Eso no quita que me prosiga deslumbrando su capacidad para correr en una carretera de montaña como en la que me encuentro, cerca de La Pinilla, sobre cuyos tramos vira plenamente plano y en los que en ningún instante se siente fuera de sitio. Ni tan siquiera aún puedo digerir con certeza las capacidades de este vehículo. Es demencialmente veloz. Demasiado, diría yo. Y es tan sensible y sociable que no dudas en apresurar a fondo, lanzarte al vértice de la curva, frenar con energía y regresar a abrir gas para salir catapultado sin que apenas se desperdicie tracción.

No todo es bueno, evidentemente. El vehículo es… indecente, una alarmante maravilla que da sensaciones únicas y espectaculares y en el que además de esto siempre y en toda circunstancia hallarás un nivel nuevo que descubrir. Jamás te aburrirás de él, siempre y en toda circunstancia te impresionará, te va a enseñar cosas nuevas y te retribuirá según tú vayas mejorando en su control.
No obstante, el 765LT cruza la línea que aparta a un turismo de calle con uno de circuito, y eso conlleva ciertas deficiencias en el uso rutinario, como tener que ir con pies de plomo para no destruír el fondo plano. Tiene dos maleteros y conduciéndolo apacible no es una tabla, mas está lejos de ser un McLaren de múltiples usos.
Además de eso, charlamos de cuatrocientos veinticinco mil euros. Soportar ser el propósito de diez o 15 fotografías y vídeos por minuto en un vehículo tan valioso llega a sofocar un tanto, créeme. Se trata de un montante que aun cuesta asociar a la adquisición de un turismo. No me atrevo a decir que sea costoso por el hecho de que es una máquina inusual, mas resulta ineludible meditar hasta qué punto vale la pena con respecto a, sin ir más allá, otros McLaren más modestos.
Mas bueno, verdaderamente, el McLaren 765LT como herramienta de disfrute no tiene defectos. Llena tus sentidos y como arma recreativa es fenomenal. Su hercúlea potencia, su ligereza, su puesta a punto y, en consecuencia, su precisión general, alcanzan un nivel que, cuando menos en mi experiencia, no me semeja superable. Esperemos pudiera haberlo conducido en circuito, por el hecho de que en la carretera solo puede desplegar una fracción de sus encantos. Y el hecho de que no sea híbrido le hace adquirir un aura ya prácticamente romántica. Bravo, McLaren, esto es una jod*** pasada de superdeportivo.

Tecno
“Qué pasada ver el alerón trasero desplegarse como aerofreno cuando frenas fuerte”, me comenta Jaime tras inmortalizarlo con su cámara fotográfica.
Y es que el 765LT es un prodigio de la aerodinámica. Su bulto de aletines frontales, apéndices traseros, canalizaciones de las puertas y el gran difusor siguiente se complementan con el suelo plano y el alerón trasero activo a fin de que el McLaren se pegue al asfalto como un cobrador de deudas a su deudor. Todo está ahí por algo y cumple un papel definitivo en la administración del flujo de aire desde el momento en que choca con el frontal del turismo hasta el momento en que se pierde por detrás eludiendo que cualquier turbulencia interfiera en exactamente el mismo.
En lo que se refiere al alerón activo, se mantiene sobre dos bastones eléctricos que ponen el ala en el ángulo conveniente conforme la velocidad, mas que asimismo actúa como aerofreno en las frenadas intensas. A ritmo ligero es más postureo que otra cosa, mas en circuito sí que es verdaderamente funcional, cargando peso en la parte posterior a fin de que el eje trasero no se descuelgue.
Ficha técnica
Motor: ocho cil. en V, tres.994 cm3, twin-turbo
Transmisión: Aut. de doble embrague y siete vel.
Propulsión: Trasera
Potencia: setecientos sesenta y cinco CV a siete.500 rpm
Par: ochocientos Nm a cinco.500 rpm
Peso: mil trescientos ochenta y ocho kg (uno con ochenta y uno kg/CV)
cero-cien km/h: dos,8 segundos
Velocidad máx.: trescientos treinta km/h
Precio: cuatrocientos veinticinco mil euros