Napoleón no solo fue uno de los genios militares más grandes de la historia (y por esto un eximio Strategos), asimismo tuvo profundo conocimiento de la naturaleza humana, singularmente cuando esta se encara a situaciones de extrema complejidad o bien riesgo. Su definición del líder es bien simple, realista, desprovista de ornamentos o bien sutilezas:
“El líder es un comerciante de esperanzas”
Para Napoleón, el liderazgo no se trata de alumbrar el camino que debe recorrerse, consiste más bien en encender una luz cuando todo es obscuro. Mas esta luz no alumbra las condiciones existentes, es un punto de claridad al final del túnel.
El líder enciende una luz que rompe la obscuridad, mas la ubica al final de un camino que aún debe recorrerse. Pero allí de obstáculos que todavía deben vencerse.
Cuando todo es complejidad, zozobra, confusión, miedo, parálisis, el líder surge y muestra un camino al salir. No es una solución, es una ruta que conduce hacia ella. ¡Todavía hay trabajo por hacer!
Esta definición del líder es muy exigente. Pocos aplican para su ejercicio. Muchos conductores de hombres de la historia, siendo grandes reunieron bellas virtudes de liderazgo, mas no alcanzaron esta.
“El líder es un comerciante de esperanzas”
Afirma un adagio popular (asimismo muy sabio), que la esperanza es “lo último que muere”. Las personas se aferran siempre y en toda circunstancia (y hasta el último), a la posibilidad que las cosas sean como las desean. La esperanza sostiene procesos y activas activas a pesares que todo obre en contra. Mantiene en instantes bastante difíciles, motiva y incita a proseguir.
La esperanza es como la vida: resiliente, tenaz, perdurable. De ahí que asimismo se asevera que “mientras hay vida, hay esperanza”. Tenerla es mantener un estado de fe y ánimo optimista, pendiente de resultados convenientes.
Esta poderosa energía es la que debe activar el líder en el resto, y hacerla una parte del trabajo que se precisa para lograr los propósitos comunes.
Todos y cada uno de los humanos conocen la esperanza. La tienen derretida con su ánima. Solo es preciso activarla. Mas al hacerlo, el líder debe alinear esa esperanza con todos y cada uno de los miembros del equipo. Y dirigirla al reconocimiento de una posibilidad común.
No se trata de activar esperanzas de carácter “personal”, más bien una de naturaleza colectiva: la unión sinérgica de muchas ilusiones individuales. El equipo abraza una esperanza, alén de las realidades particulares. Esta “esperanza colectiva” se dirige a labores que (ocasionalmente), van a conducir a soluciones (la luz al final del túnel).
Hay que tener en cuenta los retos que se encaran en esta definición del líder:
- Despertar la esperanza en todos y cada miembro del equipo
- Alinearla en términos del objetivo común
- Dirigirla cara labores que se deben hacer “ahora mismo” y en las que todos deben coincidir
- A fin de que al término de cierto tiempo, y si todo ha salido bien, se alcance el resultado QUE TODOS ESPERAN
Cuando existen condiciones bastante difíciles, esta definición del líder semeja apropiada. Mas no es de este modo. Realmente, TODAS las labores del líder tienen este carácter: un esmero colectivo, orientado a labores que deben reconocerse apropiadas para llegar a una meta distante en tiempo y espacio.
Ahora bien, aquí entra en juego el otro término de la definición del líder napoleónico: “mercader”. La interpretación formal de este substantivo es, aproximadamente, como sigue:
“El comerciante es una persona que trata o bien comercia con géneros vendibles, o sea, mercancías o bien mercaderías. Ocasionalmente se le añaden diferentes títulos dependiendo de la mercadería con la que trabaja: comerciante de hierro, comerciante de lonas, comerciante de finanzas, etc.”
El comerciante comercia. Y para efectos de lo que acá interesa, va a haber que decir: el comerciante VENDE. De esta manera se justifica. Y en concepto de la definición del líder napoleónico, se justifica “vendiendo esperanzas”.
Que la esperanza puede clasificarse como una mercadería, se va a ver enseguida, mas la integración de la lógica de VENTA es, con mucho, la más agraciada que hace Napoleón en la definición del líder.
La habilidad más esencial que debe tener un líder es la de ventas. Pues precisa vender justamente aquello que precisa del equipo: una labor, un proceso, un resultado, un esmero. Si el equipo “compra” lo que vende el líder, la activa queda establecida, y el resultado cerca.
La habilidad para las ventas es un requisito para la vida, y un factor imprescindible en la existencia del líder. Si este no puede vender su visión de las cosas a quienes dirige, conseguirá de ellas solo lo que estén prestas a dar.
Ahora bien, ¿las esperanzas se pueden vender?, ¿pueden considerarse una “mercadería”? La contestación es simple: ¡sí!
Se venden objetivos, sueños, ilusiones y asimismo esperanzas. Todo se vende y adquiere en la vida. Y este no es un comprensión rigurosamente material, por el hecho de que no todos y cada uno de los valores se transan por dinero. Hay quienes venden “un sueño” por dinero y otros por entendimiento y compañía. Mas, ¡los dos lo venden!
El líder debe vender esperanzas. Debe lograr que la gente le adquiera “ésa luz al final del túnel”. Por el hecho de que solo de este modo activará la activa para lograr soluciones o bien resultados.
La sabiduría popular recrimina al que “vende ilusiones”, pues comprende que se aprovecha de la ingenuidad y también inocencia de las personas. Mas la venta de “ilusiones” está cerca de la de esperanzas, y es parte de lo que el líder debe hacer.
Vender esperanzas es, de cierta forma, una venta de ilusiones. Mas para la presente definición del líder, tiene una connotación diferente. Pues acá no existe trampa: el líder vende ilusiones que CREE poder precisar. Se hace responsable de ellas. Las “ilusiones” son por último visiones de algo, y el líder las debe tener para guiar al conjunto.
Estas ilusiones son una contestación a la complejidad que se encara, o bien una forma de lograr el propósito. El líder las vende al equipo como una esperanza, y activa el trabajo preciso para alcanzarla.
Si el líder no hiciese esto, la gente continuaría en obscuridad, y moriría. Esto es particularmente cierto en instantes bastante difíciles, esos que califican siempre y en todo momento a los líderes de cepa. Por el hecho de que muchos pueden navegar en aguas mansas, mas hay pocos “pilotos de tormenta”, y estos deben dominar el arte de vender esperanzas, a fin de que la luz sea un faro que guié la nave al puerto que se quiere.
Los próximos son ciertos vectores de poder que tiene la esperanza:
- Energía frente a la decepción
- Pasión por regresar a procurarlo cuando los resultados son deficientes
- Tránsito por medio de obstáculos
- Resolución frente a la resistencia
- Audacia a lo largo de la inseguridad
- Resistencia frente a la tentación de desamparar
- Estabilidad como contestación a la inestabilidad de las circunstancias
La esperanza tiene mucho poder. Produce energía, pasión, resolución, audacia, resistencia.
Las personas acostumbran a verla como un último recurso, y no se percatan que es un arma poderosa. La definición del líder que hace Napoleón recuerda ese carácter, y lo demanda para lograr metas complejas y solucionar situaciones críticas.
Estas son ciertas formas de ajustarse a la definición del líder como “mercader de esperanzas”:
- Se debe administrar a la gente algo exactamente en qué opinar. Esto conecta el ahínco y sacrificio con el propósito general. Los soldados luchan por cosas importantes: Dios, patria, familia, compañeros. El opinar antecede a la esperanza. Solo al que cree le está reservado lograr la victoria.
- Hay que ser capaz de compartir con el resto los retos y debilidades que se han enfrentado y superado.
- Se debe enseñar a todos la manera en que hacen una contribución significativa. Y hay que ser realmente concreto en esto. El reconocimiento es otra herramienta poderosa a cargo de conductores hábiles.
- Hay que enfocarse en determinadas labores y resultados. Demasiados objetivos abruman y desalientan.
- Se debe pensar en el potencial y capacidad de cada persona del equipo. Hay que sostenerlas trabajando donde mejores resultados consigan.
- Se debe compartir información. La esperanza la requiere a fin de que todos estén al tanto de los retos, ocasiones, avances y resultados. Pocos líderes saben comunicarse, mas el “mercader de esperanzas” de la definición del líder napoleónico, ha de ser un profesor en ello.
- Hay que crear y festejar pequeñas victorias. Éxito se escribe con “e” minúscula. Si existe la enorme victoria, el triunfo final o bien el éxito magnífico, este no es solamente que una suma frágil de éxitos con “e” minúscula. Logros pequeños, específicas victorias. Cada reto se hace menor por efecto de las pequeñas victorias.
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, radica en la urbe de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. En nuestros días se desempeña como Gerente de su Empresa, Asesor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Entrenador de Emprendedores.
Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
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