Para el Pingüino Amarillo la comunicación estratégica es esa en la que se consigue producir y percibir propiciamente lo que se quiere. Hay diferencia entre este género de comunicación y otras. Y exactamente la distinción es aquella que caracteriza en todo a la Estrategia: la obtención de ventajas a nivel competitivo.
Saber oír es, probablemente, la mejor manera de establecer una ventaja en la comunicación interpersonal y colectiva. Mas tener la capacidad de decir adecuadamente lo que se quiere, es el complemento imprescindible.
Con mucha cacofonía y propiedad lo afirmaba el insigne John Wayne: “speak low, speak slow and don’t say much” (habla bajo, habla despacio y no afirmes demasiado).
Para el pensador estratégico pocas cosas son tan esenciales como una buena comunicación. Ella es el punto de comienzo de ese circuito que se precisa controlar: acto-pensamiento-emoción-acción. Las palabras son esenciales pues son el acto que produce la reacción que se busca.
Si algo dicho puede generar efectos en cadena, cuánto más el conjunto que forma un mensaje o bien una charla. Supervisar de forma eficaz esto es formidablemente complejo.
¿Cuál es entonces la solución eficaz?
Sencillo: charlar bajo, despacio y poco. Esta es la lógica de la comunicación estratégica.
Charlar bajo es hacerlo con poco volumen, sin elevar la voz. Efectivamente el desarrollo de la alocución va a poder hacer favorezco el énfasis de determinadas cosas, mas por norma general la comunicación debe efectuarse en voz baja.
Hay un motivo práctico para esto: se logra mayor atención y enfoque de quién escucha. Es bien simple, como todo cuanto busca la Estrategia.
A mayor atención, mejor entendimiento.
Puede suponerse en algún caso que una alocución con alto volumen en la voz puede lograr del mismo modo atención de quién escucha. Mas hay una diferencia substancial. La voz alta molesta, amedrenta y puede provocar molestia. Y si nada de esto se halla entre los objetivos del pensador estratégico, entonces no aplica para bien.
La voz baja produce mejor entorno, fomenta comodidad y confianza. En determinadas ocasiones puede aun trasmitir una sensación de amedrentad que reduce el estruendos y la resistencia. Todo esto es terreno fértil para quién quiere establecer algo con claridad y precisión.
Por otro lado, charlar bajo es un acto que distingue a la persona dueña de sí y debe transformarse en un hábito. Las emociones pueden traicionar en cualquier instante, y nada hay más favorezco para eso que una discusión. Y para buen entendedor, queda explicito que toda discusión está condimentada por interactúes en voz alta y chillidos.
Para la comunicación estratégica, charlar bajo ayuda a edificar el “control de la situación” que tan apreciada es para el que busca conseguir una ventaja a nivel competitivo.
Ahora bien, charlar bajo debe acompañarse con hacerlo de forma lenta. Esto da esteroides a la fórmula y maximiza los efectos positivos.
Cuando se habla despacio se cometen menos fallos, se evitan los accidentes verbales y se asocia de mejor manera el pensamiento con la lengua. Atropellar a alguien con palabras no solo es de mal gusto, asimismo forma un gasto de energía y acarrea peligros superfluos.
El que habla demasiado se expone, y el que lo hace con velocidad, se expone velozmente.
Un razonamiento es un conjunto de ideas y premisas que se expresan a través de palabras hilvanadas. Y tienen campo fértil cuando el “timing” juega a favor y no en contra. Quién habla despacio “engrana” mejor los eslabones y fluye con más comodidad.
Cuando se habla bajo y despacio, la atención del interlocutor se acrecienta doblemente. Entonces todo lo demás es parte integrante de la calidad del mensaje que se quiere trasmitir. En la comunicación estratégica la manera vale tanto como el fondo, por el hecho de que aquella es a menudo responsable del descalabro en la exposición de este.
Charlar bajo y despacio nada debe ver con murmullos o bien susurros, pues la persona segura de sí y de lo que desea decir, no precisa otra cosa. La seguridad, confianza e inclusive la prestancia, están mejor representadas en el lenguaje sereno y pausado. Este siempre y en toda circunstancia tiene mayor probabilidad de ganar un razonamiento, entre otras muchas cosas pues yerra menos.
Y para finalizar, charlar poco. Esto completa y mejora la comunicación estratégica.
Siempre y en todo momento es mejor quedar en deuda con respecto a lo que se expresa que transformarse en deudor de lo que se afirmó. Charlar poco cuesta menos que hacerlo en exceso.
Muchos asocian la claridad de los mensajes con el volumen de las palabras. Mas rara vez esto es cierto. Como el énfasis en un editor de texto queda establecido con “negrillas o bien cursivas”, de esta forma asimismo se establece mejor en un diálogo con reiteraciones sutiles o bien entonaciones. No es preciso charlar más de la cuenta.
El pensador estratégico jamás es evidente en sus actos. Se asegura siempre y en toda circunstancia de ser quien “cierra la puerta” entonces que todos han entrado o bien salido. De este modo logra predominar sobre otros. Y un aliado valioso en este empeño, esto es poco y dejar pensando a el resto.
Las palabras son, para el Pingüino Amarillo, semillas que siembra en sus interlocutores. Su pretensión es que de ellas brote lo que quiere, poquito a poco, sin intromisiones o bien despilfarres de energía. Y esto no se logra echándolas a diestra y siniestra, más bien de forma cuidadosa y quisquillosamente, en todos y cada uno de ellos de los surcos que se han trabajado en la psique del resto.
Quién habla poco recuerda mejor lo que afirmó, y esta es otra forma de edificar progresivamente los razonamientos, eludiendo fallos y equívocos.
¡No tenga miedo de no ser suficientemente claro por no extenderse con la dialéctica! La claridad de los razonamientos es muy semejante a la luz del día, no dura solo un instante, siempre y en toda circunstancia hay más tiempo que se puede aprovechar. Y tampoco lo olvide: es más fácil añadir que eliminar. Esta es una máxima inalterable de la comunicación estratégica y del arte que representan las palabras.
Abraham Lincoln fue uno de los líderes que mejor cultivó el arte de comunicarse con el resto. Su dominio del lenguaje nos llega desde su recóndito tiempo hasta la actualidad. Y respecto al posible peligro de ser parco con las palabras bien afirmó lo siguiente: “mejor es silenciar y que sospechen de tu sabiduría que charlar y quitar cualquier duda sobre ello”.
Tampoco olvide a John Wayne: “speak low, speak slow and don´t say much”. Hable bajo, despacio y poco. De eso se trata la comunicación estratégica.
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, radica en la urbe de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. En la actualidad se desempeña como Gerente de su Empresa, Asesor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Entrenador de Emprendedores.
Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
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