No solo es verdad que nada bueno medra en la “zona de confort”, asimismo es cierto que los grandes logros solo se logran operando en la ribera opuesta: la “zona de incomodidad”. Este es el campo donde se juega la liga más competitiva del menester personal y profesional.
La “zona de incomodidad” se halla en los límites del desarrollo frecuente de las personas, sea como fuera la actividad que estén desempeñando. Allá se exhibe el potencial de cada quién, la madera de la que está hecho y el tamaño que puede lograr. Si se opera y trasciende en la “zona de incomodidad”, todo es evolución.
El progreso no consiste en edificar “mejores condiciones” o más comodidad, realmente es una consecuencia del trabajo en situaciones bastante difíciles. Ningún acto de creación disruptiva o innovación ha sido simple, basta conocer la historia de Converses Goodyear, los hermanos Wright, Alexander Fleming, Nikola Tesla, etc, etc, etc.
Y eso por refererir casos mayores, por el hecho de que es igual para todas y cada una de las personas, con independencia del tamaño de sus logros. Quién no se sienta “incómodo” haciendo lo que hace, bien poco o nada alcanzará. De esto se trata por último la diferencia entre “trabajo” y reposo (si desean tomarse los extremos). Uno representa incomodidad (de todas y cada una formas), y el otro comodidad.
Ahora bien, es esencial comprender a qué hacen referencia las operaciones en “zonas de incomodidad”, por el hecho de que no se trata tampoco de complicarse la vida.
La “incomodidad” está relacionada al trabajo en temas extraños al “área de seguridad” en la que procuran desenvolverse todas y cada una de las personas. La tan mencionada “zona de confort” es en los hechos una “zona de seguridad”.
A esta conclusión conduce la naturaleza de la psique humana y la historia de su evolución. Todo se trata de seguridad, desde las ya lejanas cavernas hasta nuestros días. La premisa básica de los circuitos cerebrales es situar al humano en condiciones seguras.
Todo acto o pretensión que atente contra las condiciones que el cerebro vincula a seguridad, está sujeto a oposición y fricción.
El fantasma de esas “condiciones seguras” puede ser amplísimo, no se trata de comprenderlos como un deporte extremo. El cerebro triúnico del humano y su complejo reptiliano, trabaja cada momento condiciones de seguridad que pueden parecer intrascendentes o aun absurdas. ¡Esa es su función!
Levantarse de la cama puede transformarse en un acto sujeto a fricción, no se afirme hacer un mínimo de ejercicio o mantener una agenda disciplinada de trabajo. El cerebro primitivo puede comprender muchos de estos actos como superfluos e inseguros.
La “zona de confort”, por ende, acaba siendo un área grande de factores y acontecimientos que el cerebro considera esencialmente seguros.
De allá para afuera, todo terreno de conquista es pleno en recompensas. Cuanto más lejos se opere de las zonas de seguridad, más esencial es la promesa de victoria y éxito. O visto desde el otro lado de la moneda: mayores los logros cuanto más incómodas las labores.
Operar de manera permanente en la “zona de incomodidad” no es fácil. Acá reside la clave para regresar esto una eficaz ventaja a nivel competitivo. Realmente todas y cada una de las personas, de un modo u otro y en algún instante, operan fuera de su “zona de confort”, por el hecho de que de lo contrario sería realmente difícil la supervivencia.
Lo esencial es, no obstante, ser a la vez efectivo y eficaz en estas labores. Y eso se logra incorporando el criterio de “incomodidad” en los objetivos de la vida y, por otro lado, con respecto a las labores rutinarias.
Esto es similar al acercamiento científico de la definición de dicha. Esta se trata, afirma, de que “estés feliz CON tu vida y EN tu vida”. Lo primero debe ver con objetivos y lo segundo con las labores rutinarias.
Lo mismo aplica con el criterio de incomodidad. Para ser efectivo, los objetivos de vida (personal o profesional), han de estar fuera del área de confort o seguridad. Y para ser eficaz, las labores de día a día (que exactamente van a conducir al objetivo),deben tener exactamente la misma cualidad.
La persona que opera eficaz y eficazmente en sus “zonas de incomodidad” trabaja su potencial como lo hace un escultor con la piedra que va a dar forma a su obra de arte. Con cada golpe lo acerca a la consagración.
Esto robustece el perfil competitivo de cualquiera, por el hecho de que pocos enfocan su energía al trabajo permanente en “zonas de incomodidad” o de “menor seguridad”.
Y las comillas valen mucho en esto último, pues el criterio de inseguridad acá planteado nada debe ver con riesgos o peligros insensatos. La “seguridad” no es un tema de vida o muerte, es sencillamente la inquina a lo ignoto y al esmero que ello representa.
Ahora bien, la persona que decide orientar su vida a extraer los premios que ofrece la “zona de incomodidad”, ha de estar consciente que encarará dura oposición. Primeramente de él mismo. El cerebro desarrollará una fuerza gravitacional que atraerá toda acción cara zonas de confort. Cada instante, a lo largo de toda la vida.
La única forma de vencer esta fuerza de forma eficaz es creando hábitos productivos que trabajen desde el inconsciente. Solo un conjunto de virtuosos hábitos deja fluir en la “zona de incomodidad”, por el hecho de que si cada acto tuviese que ser de manera consciente planeado, la labor sería imposible. La consciencia realmente debe encargarse del planteamiento de los objetivos de vida.
En consecuencia, quien hace de la “zona de incomodidad” el área de su desempeño, alcanza eficiencia con el planteamiento siendo consciente de sus objetivos de vida y eficacia con el desarrollo de hábitos virtuosos para sus labores rutinarias. En lo primero se juega la visión, inteligencia y el sentido de trascendencia, en lo segundo participa la fuerza de voluntad, disciplina, constancia, etc.
Sin los dos ingredientes no puede alcanzarse la victoria. Pesa tanto el sentido de visión como la fuerza de voluntad para operar de manera exitosa en la “zona de incomodidad”.
Establezca por tanto objetivos ambiciosos para su vida, en todo sentido. Sea audaz. Rete al destino. Nada de esto comulga con la comodidad o la seguridad, mas estos conceptos son solo construcciones humanas, y en muchas ocasiones planteadas de manera inconsciente.
Es preferible tratar con gente que bordea la fantasía en la previsión de sus propósitos, que con personas totalmente ancladas “al suelo”.
Una vez que se haya planteado “objetivos incómodos” para su vida, opere coherentemente, y día tras día, en su “zona de incomodidad”. Haga cada jornada alguna cosa que lo atemorice, algo que esté aplazando de manera injustificada, y por norma general, cualquier acto que halle tan pertinente como incómodo.
Si su cerebro expone veinte razones a fin de que no se ponga las zapatillas y salga a correr conforme a lo que tenía planeado, emita UNA SOLA ORDEN a su cuerpo, vístase y salga a correr. Esta es la manera de decirle a la psique quién está al cargo de la “nave”. Si practica esta lógica todos y cada uno de los días, la “zona de incomodidad” se volverá más familiar que su distrito.
La psique precisa repetidos recordatorios que le señalen quién está al mando, por el hecho de que en caso contrario toma las bridas y conduce por donde desea. Esto no es cómodo, evidentemente.
Mas por último se trata de esto: operar en la incomodidad con tal solvencia y familiaridad, que lo incómodo se torne cómodo.
DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, radica en la urbe de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. En la actualidad se desempeña como Gerente de su Empresa, Asesor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Entrenador de Emprendedores.
Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
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