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el adiestrador de la Salle anotaba de qué manera abusaba de sus jugadores

  • En los manuscritos aparecen por lo menos 7 nombres de posibles víctimas, rastros aún no investigados

El maestro y adiestrador de futbol de la Salle Bonanova de Barna encausado por atacar sexualmente a 2 menores dejó redactado en múltiples libretas manuscritas el «tormento interior» que sufre y la distorsión cognitiva que le hace percibir graves conductas pederastas con menores tal y como si fuesen relaciones de amor sanas. Asimismo anotó una confesión explícita de los abusos que sufrió una de las 2 víctimas que lo denunciaron en otoño de dos mil veinte. Víctor P. (mil novecientos setenta y tres, Barna), que hoy en día se halla en libertad, se declaró inocente de las dos acusaciones. Asimismo negó su desviación pederasta. Los cuadernos pueden ser definitivos en los 2 juicios que encarará en un futuro.

EL PERIÓDICO ha tenido acceso a ciertos fragmentos de los manuscritos que los Mossos d’Esquadra han escogido. Todos y cada uno de los pasajes semejan haber sido redactados a lo largo de viajes que Víctor P. hizo en los años dos mil siete y dos mil ocho a urbes como Kiev (Ucrania), Rennes o bien París (Francia) y Innsbruch (Austria). Habla de manera compulsiva de jugadores –niños entre diez y trece años a los que adiestra o bien ha entrenado en el Club Esportiu Bonanova– de quienes ha abusado sexualmente o bien quiere hacerlo. Mezcla sueños con recuerdos. Cita a un total de 7 menores distintos: 7 posibles víctimas. Uno de ellos es el exalumno del instituto Viaró Global School, la primera de las 2 víctimas que lo ha denunciado. No hay alusiones al segundo denunciante, exalumno del instituto de La Salle Bonanova debido a que semejantes delitos se cometieron, presuntamente, en dos mil doce y los pasajes recogidos pertenecen a hechos o bien ensoñaciones situados 4 años ya antes.

¿Nuevas víctimas?

Los Mossos contactaron con una posible tercera víctima de Víctor P., mas esta declaró a los agentes que no había sufrido abusos por la parte de su exentrenador. No obstante, hasta dónde ha podido descubrir este diario, ni los jueces ni los policías han tratado de hallar a ningún otro de los pequeños convocados en las libretas y que ahora son mayores de edad. Desde la judicatura se resalta que han de ser las presuntas víctimas quienes den el paso de denunciar por el hecho de que, al no ser menores hoy día, los abusos que padecieron en su niñez están sujetos al régimen de los delitos semipúblicos, lo que quiere decir que solo son perseguibles si la víctima lo demanda. Fuentes de la policía, por su lado, aseveran que al haber 2 casos judicializados los pasos que debe proseguirse la investigación debe dictarlos el juez instructor. Los dos estamentos recuerdan además que el caso de Víctor P. es público –lo destapó EL PERIÓDICO hace un año– y que si hubiese más víctimas preparadas denunciar al maestro ya lo habrían hecho.

En la cabeza de un pederasta

En estos diarios personales Víctor P. se abre y habla sin tapujos de las pulsiones pederastas que siente cara los menores. Aun distingue entre pequeños a los que afirma estimar y menores a los que solamente quiere sexualmente. Emplea expresiones para describir la excitación que siente por ciertos que este periódico considera impublicables. En sentido opuesto, narra lo bastante difícil que le resulta relacionarse con mujeres adultas. «Es un tormento interior con el que convivo desde siempre y en toda circunstancia, y más me vale mudar a tiempo (¿es posible mudar?– se pregunta–) o bien ser un desgracias para toda la vida«, especifica en un pasaje. En reflexiones como esta semeja proponerse la posibilidad de solicitar ayuda profesional para reconducir su inclinación pederasta. En nuestros días existen plataformas como Prevensi que ofrecen terapia especializada a presentes que padecen esta desviación con el propósito de eludir que terminen ocasionando un mal irreparable a menores. En dos mil ocho, en cambio, cuando Víctor P. escribía esto, no había ayudas de esta clase.

Las 2 víctimas

Víctor P. estudió en la Salle Bonanova, instituto de la zona alta de Barna, en los años setenta y ochenta. Ofuscado con el futbol, empezó a dirigir el equipo de la escuela, el Club Esportiu Bonanova, a inicios del año dos mil. Paralelamente a su trabajo de adiestrador, empezó a trabajar de profesor en el Viaró Global School de Sant Cugat (del Opus Dei) en el dos mil tres. Allá coincidió con la primera víctima, que entonces tenía trece años y que era hijo de progenitores divorciados. Se aproximó a él ofreciéndole fichar por el equipo de futbol. En su demanda, esta víctima precisa que Víctor P. se ganó la confianza de su madre y que trató de substituir a la figura de su padre. De esta forma se lo llevó al piso de la ronda del General Mitre en el que radicaba, donde empezaron los abusos sexuales: le forzaba a desvestirse y tumbarse en cama, le tocaba y se masturbaba. Más de una vez, asevera el denunciante, Víctor P. deseó ir más allá y, al percibir su negativa, este se enojaba y le ‘castigaba’ dejando de hablarle a lo largo de días. Conforme el exalumno, el exprofesor se lo llevó asimismo de viaje en 2 ocasiones: quince días a Rumanía y a una vivienda de La Salle. Allá los abusos fueron diarios.

En el diario Víctor P. cita frecuentemente a esta víctima y describe la relación entre los dos tal y como si fuera algo entre 2 adultos. En uno de los pasajes, aun sueña que son de nuevo pareja: «Estamos en cama, besándonos, haciendo el amor, como en nuestra buena temporada», escribe. Obvia que tiene treinta y tres años y la víctima, solo trece. Víctor P, fue expulsado del Viaró en dos mil seis por el hecho de que la dirección del instituto supo que se llevaba al menor a su residencia si bien no qué ocurría dentro del domicilio por el hecho de que el muchacho no se atrevió a revelarlo.

Las amenazas de muerte

La segunda víctima se cruzó con Víctor ya en La Salle. Hijo de progenitores divorciados, otra vez, Víctor P. se aproximó a él mediante su madre, otra vez. Esta vez, no solamente se hizo amigo de la mujer: entabló una relación sentimental seria. El maestro se trasladó a vivir con ellos y la nueva pareja tuvo 3 hijos, hermanastros de la víctima.

Este segundo relato describe de qué manera el sospechoso desplegó sobre el menor un control férreo desde el dos mil ocho. Al cumplir los doce años, en el dos mil diez, las agresiones sexuales empezaron en los vestuarios en los que se cambiaban tras asistirle a adiestrar a su equipo de futbol base y ya antes de retornar a la casa que compartían. Muy afines a las de la víctima de Viaró. En un caso así asimismo empezaron las tundas, que fueron incesantes a lo largo de los más un par de años que duró el asedio, para disuadir al menor de descubrir qué secreto ocultaba. El denunciante especifica que fue conminado o bien golpeado con un cuchillo de cocina, con unas tijeras o bien con una maza medieval, entre otras muchas armas. Y que Víctor P. le repitió en múltiples ocasiones que iba «a matarlo».

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2 juzgados diferentes estudian por separado rutas demandas. Las libretas manuscritas, que recogen la confesión que sufrió la primera víctima, son parte de la causa de la segunda víctima, la que instruye el Juzgado número seis de Barna, por el hecho de que las entregó la exmujer de Víctor P., madre del pupilo de La Salle. Este periódico ha tratado sin éxito conseguir la versión de la defensa del acusado, que ha sido procesado por los abusos del último chaval.

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