¿Cuántas veces te has propuesto introducir cambios en tu vida? ¿Quizás comer de forma más saludable o bien practicar deporte? ¿O bien has decidido emprender tu negocio y no termina de arrancar?
Somos personas de costumbres a las que nos acostumbran a dar temor los cambios. Acostumbramos a tener hábitos arraigados y habituamos a hacer las cosas de exactamente la misma forma pues nos sentimos cómodos, tenemos una sensación de control y podemos pronosticar los resultados de nuestras resoluciones y acciones. Nos agrada estar en nuestra zona de confort.
A lo largo de estas semanas de pandemia, de crisis económica, de gran temor y también inseguridad se habla por los codos de que nuestra realidad va a mudar, de que ya no vamos a ser exactamente los mismos de ya antes, que nuestra escala de valores ya no va a ser exactamente la misma, ni nuestros hábitos, ni la forma que tenemos de relacionarnos y de comprender la vida. Tras charlar con bastantes personas y profesionales de diferentes campos analizo si verdaderamente las personas vamos a mudar cara una mayor consciencia y si estos cambios serán perdurables en el tiempo.
Frente a una realidad dudosa
En esta temporada de máxima inseguridad en la que como comenté en un precedente blog post la realidad es más líquida que jamás, nos asaltan infinidad de dudas: ¿De qué manera será la vida tras el confinamiento? ¿Iremos a restaurants con mamparas que apartan las mesas? ¿Deberemos desinficionarnos las manos toda vez que entremos en una tienda? ¿De qué forma va a ser ir al gimnasio? ¿Las mascarillas y los guantes formarán una parte de nuestro atuendo? ¿Nos saludaremos con dos besos o bien un apretón de manos?… Muchas son las preguntas que están en el aire.
Nuestra cultura es mediterránea, nos agrada salir a la calle, tomarnos unas cañas con los amigos, ir de tapas, a conciertos,… Y la Covid-diecinueve nos impone distanciamiento social, pocas aglomeraciones, extremar las cautelas,… Y bastantes personas me preguntan ¿vamos a ser capaces?
Y en el campo laboral, se impone el trabajo a distancia, con la responsabilidad de organizarnos las labores, de adecuar un espacio en nuestro hogar en el que tener nuestra oficina, de imponernos una rutina y unos horarios, de practicar la autodisciplina y la autogestión, de eludir las distracciones,… Y el interrogante que me elaboran es de nuevo exactamente la misma ¿vamos a ser capaces?
Por el hecho de que la realidad es que la vida nos va en ello. La realidad actual nos demanda un autocuidado, una autogestión y una autodisciplina como jamás se nos había demandado.
Se nos demanda que seamos responsables de nosotros mismos.
Sí, responsables de nosotros mismos. Esa es la enorme lección que debemos aprender, era nuestra materia pendiente. Ya no vale buscar culpables ni hacernos la víctima. Cada uno de ellos de nosotros debe aprender a responsabilizarse de sí y a administrarse en todos y cada uno de los niveles. Se nos solicita que maduremos de cuajo, de un día para otro.
¿Vamos a ser capaces?
De nuevo esa contestación depende de TI, de la resolución que tomes y, sobre todo, del por qué razón la tomes; esto es, de tu motivación.
Las personas que peor lo pasan, sin hacer referencia a aquellas que han perdido a algún ser querido o bien que están combatiendo contra la enfermedad, son las personas que ya antes de la pandemia no se habían trabajado a sí, aquellas que no tienen desarrollada la autoconsciencia y la autogestión.
Las personas que viven su vida automáticamente, se levantan, desayunan, van a su puesto, comen, quedan con amigos, se distraen, consumen,… y se quejan de los inconvenientes que tienen: de que no llegan a final de mes, de que el jefe les ha llamado la atención, del compañero que es un trepa, de la pareja que no coopera en casa, del hijo que no obedece y saca malas notas “porque el maestro le tiene manía”,… Se quejan, se desahogan, dan 4 chillidos y exactamente la misma historia al día después y al otro y al otro,… Mas jamás se han planteado qué pueden hacer para progresar sus vidas, no se han cuestionado que una parte de responsabilidad tienen en sus inconvenientes, no se han parado a meditar que quizás pueden aprender a poner límites a sus hijos, negociar con su pareja el reparto de las labores familiares, esmerarse más en su trabajo, formarse en nuevas habilidades para promocionarse en su empresa,…
Quizás en algún instante, han intentado hacer algún pequeño cambio. Es posible que se apunten a inglés o bien a una capacitación en habilidades sociables o bien en administración del agobio por el hecho de que sienten una opresión en el pecho o bien les cuesta conciliar el sueño. Y es posible que a lo largo de unos meses se sientan mejor y entonces lo dejan por el hecho de que implica un esmero, pues están cansados, pues el día de hoy hace frío o bien llovizna o bien pues “total por un día no pasa nada”,… Y después se lamentan de que sus vidas no cambian.
¿Por qué ocurre esto?
Durante mi trayectoria profesional, he podido comprobar el efecto péndulo en el comportamiento humano consistente en pasarnos de un extremo al otro y asimismo la enorme capacidad que tenemos de olvidar seguramente como mecanismo de protección.
El pasado día hablando con un médico me comentaba exactamente este efecto péndulo. Él aseveraba que una vez encontrada la vacuna o bien un tratamiento eficiente, las personas volverían a sus hábitos y el cambio del que tantos charlamos se diluiría. Me ponía como un ejemplo, personas que ya antes de la pandemia asistían a emergencias por un grano que tenían aun hacía un par de años pues ahora les había dado por preocuparse, no eran siendo conscientes de que esa consulta no es una emergencia y que puede hacerse de manera perfecta en atención primaria y que con ese comportamiento estaban sobresaturando las emergencias. En cambio, ahora se quedan en casa con evidentes síntomas de infarto por temor al contagio.
Este caso muestra que muchas veces, los cambios que introducimos en nuestras vidas son pasajeros y no logramos los resultados que queremos pues no son cambios reales, no hay una transformación profunda de nuestras opiniones y de nuestros patrones conductuales por el hecho de que no hay una motivación real. Hacemos estos cambios por una situación específica que nos lo demanda (como es el caso actual en el que nos cuidamos más y no sobresaturamos emergencias por la situación de pandemia) o bien hacemos dieta pues viene el verano o bien nos queremos poner el modelito que nos hemos comprado para acudir a una boda o bien emprendemos un proyecto y frente a los obstáculos que brotan renunciamos pues representa mucho esmero.
En todos estos supuestos no hay una auténtica voluntad de cambio, no hay un genuino para qué exactamente.
Los cambios reales y durables nacen de dentro, de una motivación intrínseca, de un sentimiento profundo de que lo que hacemos es lo adecuado.
Para lograr cambios perdurables en el tiempo, debemos trabajar nuestro autoconocimiento y nuestro sistema de opiniones. Solo de esta forma conseguiremos establecer contestaciones sensibles y patrones conductuales diferentes. Si no lo hacemos de esta manera, acabaremos volviendo a los viejos hábitos por el hecho de que nos autosabotearemos o bien postergaremos nuestras resoluciones y acciones.
Recuerda que todo cambio exterior procede de un cambio interior.
Los procesos de entrenamiento centrados en las preguntas de poder aseguran cambios perdurables pues trabajan con todo el sistema de opiniones y emociones de la persona. Si deseas más información, puedes contactar conmigo para conseguir aquellos cambios que te dejen lograr tus objetivos tanto personales como profesionales.
DATOS DE LA AUTORA: Begoña Serra, es de España y entrenador tranformacional experta en temas de liderazgo, comunicación eficiente y administración sensible. Asesoro a directivos en el desarrollo de sus habilidades directivas y capacito a equipos de alta productividad. Conferenciante y escritora en diferentes medios digitales.
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LIBROS PUBLICADOS:
Una segunda ocasión, Ediciones Carena
¿Quién duerme junto a mí?, Bubok